La primera vez que estoy insegura, y respiro.
Que estoy intranquila, agitada y sin ganas de hacer nada. Ni si quiera de comer.
Pero lo respeto.
Me respeto.
He tomado decisiones, y me he rendido a la vida. Ambas.
Al fin y al cabo, con cada acto, decides, y aunque sea la otra persona la que ponga fin a algo, en este caso había sido yo con mis actos, y durante bastante tiempo.
Me he rendido a mi favor.
Me estoy permitiendo escuchar mi cuerpo sin pensar o repensar en qué está pasando, qué debería hacer o qué es lo que quiero.
Solo estoy sintiendo.
Y no huyo.
Me rindo.
Me quedo aquí, respirando cada emoción que no me aporta tranquilidad porque, aunque parezca mentira, respirarla sí que me trae paz.