Dudar está bien.
Te hace desaprender y aprender.
Te permite cuestionar si lo que quieres, lo quieres de verdad o han hecho que lo quieras.
Pero agita tanto el mundo... que duele.
Duele ver cómo todo lo que has construido se tambalea por la idea de que quizá no has sido tú el arquitecto.
Parte de mi vida está construida con los ladrillos de otros, y las paredes están lucidas varias veces gracias a las redes sociales.
¿Pero es eso lo que quiero?
Demoler.
Llevo tiempo en plena demolición, cuestionando principios, valores, relaciones, conocimientos, palabras, trabajo...
Es un camino duro, en el que parece que has caminado tres pasos y, de repente, retrocedes cinco.
¿Merecerá la pena?
Yo apuesto a que sí.